Para leer el de hoy te recomiendo hacerte un café o armarte un mate, porque pensé que no tenía nada para decir y resulta que terminé hablando de electrodomésticos (no abandones todavía).
La superficie de mi heladera está llena de cosas. Es, estrictamente, un cachivache. A veces la observo y pienso que es demasiado. Pero las cosas que tengo ahí no tienen fines prácticos ni decorativos.
Mi heladera es un oasis espacio-temporal en donde mi identidad busca una narrativa que abarque todas sus mutaciones. Encontré esto que escribí hace un tiempo:
¨¿Para qué son los altares?¿Cuántos armé a lo largo de mis 32 años?
Cuanto más avanza la vida, más difícil se me hace distinguir lo que valdrá la pena recordar de aquello que querré dejar atrás. En cada objeto del altar se me juega un pedazo: la persona que fui un verano, la versión mía a la que no quiero volver, un tropezón que sí fue caída”
Mi heladera es un poco mi altar. Tal vez vos también tengas uno, más o menos a la vista: un cajón, tu billetera, un estante. Tengo ahí algunos tesoros sostenidos con imanes. También un par de recordatorios; algunos que bordean la amenaza y, otros, el amor.
Hay un cartel escrito en un post-it que ruega ‘Open Slow’, un pasaje Buenos Aires- Bogotá que es una historia para otro envío, una dedicatoria de cumpleaños de mi tía Laila, una foto de los 2000’ con mis hermanos en Mar del Plata, donde veraneé toda mi vida; la postal de Powell’s la librería más grande del mundo que visité este año en Portland, antes de que muchas cosas cambiaran para mí.
Hay también una estampita de san expedito, el santo de las causas urgentes, que me regaló un cerrajero una tarde en donde andaba medio desesperada buscando yo qué sé (la perdí y la encontré tantas veces que desde entonces decidí que era imprescindible). Un cartel que dice “Amazonía” por la mesa que me tocó en el casamiento de Silvia y Felipe en Bucaramanga, otra postal que reza Pura Vida - el mantra tico- y un certificado médico de cuando terminé internada y operada de emergencia en Costa Rica. Toda una vida imantada en mi heladera.
Hay personas que no guardan cosas y otras que conservan entradas a recitales, servilletas y apoya vasos. Yo estoy en el medio. No voy a mentirte, cuando viajo o pasa algo excepcional necesito llevarme algo. Es mi forma de probarme a mí misma que eso sí sucedió. Este año en mi cumpleaños me hice la pregunta: ¿cuántas vidas entran en 34 años?
Me descubro refiriéndome a experiencias pasadas como ‘otras vidas’, me río y hablo de ellas como si no tuvieran ya mucho que ver conmigo.
A veces siento que viví vidas tan distintas que no sé cómo integrarlas. Me resulta inverosímil que la que ahora está aprendiendo a jugar tenis o haciendo fila en la farmacia, sea la misma que pasó medio año en Kenya tomando clases fallidas de Swahili (Ninafuraha kukutana na wewe) , hizo un curso de Stand Up, salió disfrazada de Manuela Sáenz en un diario ecuatoriano, tomó clases de patinaje sobre hielo o fundó un club de fans de Harry Potter en la secundaria -me gustaría mentirles con respecto a la edad, pero no lo haré-. Un popurrí tan ecléctico como el que sostengo con imanes.
Sobre el paso de la vida, las vidas, y el tiempo escribió el japonés Yasunari Kawabata en ‘Lo Bello y Lo Triste’. Hace poco Mara G. me recordó esta cita:
“El tiempo pasó. Pero el tiempo se divide en muchas corrientes. Como en un río, hay una corriente central rápida en algunos sectores y lenta, hasta inmóvil, en otros. El tiempo cósmico es igual para todos, pero el tiempo humano difiere con cada persona. El tiempo corre de la misma manera para todos los seres humanos; pero todo ser humano flota de distinta manera en el tiempo…”
Si hubiese empezado a escribir este newsletter hace un par de meses, estarías leyendo sobre viajes y aventuras. Hoy estoy en Buenos Aires después de mucho tiempo integrando las vidas que se sienten desdobladas.
Tengo ganas de celebrar el camino y hacerlo con la solemnidad de un ritual que se sabe infalible, como el de una heladera llena de imanes que sostienen todas las vidas que son la misma.
Hasta el próximo jueves 🔥
P.D. La semana pasada Substack me avisó que Un Fuego 🔥 llegó a 100 suscriptores ♡ Esto está siendo toda una aventura y definitivamente un gran aprendizaje. ¡Gracias por leer y compartir! ♡
Simplemente genial
Me encanta cómo escribes, cómo nos trasladas a tu mundo de la mano de las palabras.