El domingo caminaba descalza por el jardín –¿grounding?— mandando un audio sin prestar mucha atención. Los audios tienen eso, requieren el mínimo compromiso neuronal; son como un libre fluir de la conciencia.
En el medio de mi monólogo empecé a sentir pinchazos en los dedos del pie derecho, en el empeine, el tobillo; uno, cinco, diez, veinte.
La imagen fue desagradable: más de treinta hormigas trepaban a toda velocidad por mi pie, clavándome los dientes, si es que tienen dientes, o el aguijón asesino; inyectándome su veneno diminuto. Corrí hasta la pileta – el audio siguió grabándose, oficiando de caja negra– y hundí el pie en el agua helada en un acto desesperado por librarme del ataque masivo – merecido por atacar accidentalmente su fortaleza—.
Nadie a mi alrededor le dio entidad a la gravedad de mi dolor hasta que aparecieron unas ronchas enormes que, poco a poco, deformaron mi pie. Eso es lo bueno de las heridas visibles y las cicatrices, ofician de testigo para los desconfiados.
Por la noche, la circunferencia de mi tobillo se había duplicado, estaba rojo o violeta o de muchos colores; como amerita cualquier situación severa. El pequeño accidente parecía tener grandes consecuencias y ya no podía apoyar el pie ni ponerme una zapatilla.
Una piensa en muchas cosas cuando piensa en dolor: una quemadura, esa vez en la que me corté la mano y huí a la guardia, una ruptura amorosa, una uña rota, descubrir que el ser idolatrado es cruel. Pero una nunca contempla la amenaza que representan 13 picaduras de hormigas coloradas buscan venganza.
Sumada a la inconveniencia del dolor y la picazón, está la otra cuestión, la de tener que cancelar actividades esgrimiendo el motivo más inverosímil del mundo: “Pisé un hormiguero”. Hay una cosa que tengo clara: a nadie le importan los motivos complicados, menos a esta altura del año.
Pensé que eso iba a ser lo peor de mi semana – 13 picaduras, un tobillo deforme y dolorido, una catástrofe ridícula– sin embargo, para mi sorpresa, me equivoqué.
*
Estuve mil horas tirada en el pasto mirando al cielo mientras hojeaba un libro que recién empiezo – la situación ideal, si me preguntan a mí–. Me puse a pensar desde cuántos lugares escribí este newsletter este año e improvisé una lista incompleta.
📍 Lugares desde donde escribí Un Fuego este año:
En una cama de hospital.
Desde un zaguán, mirando un jardín, con el corazón destrozado.
Desde mi monoambiente en capital.
En Estepona, España.
En algún bar de Madrid, flotando en el aire.
En Chile, al lado de un chimenea en el medio de la Cordillera de los Andes después de haber visto un cóndor.
En Bariloche, mirando el Nahuel Huapi.
En un avión.
En un tren.
En mi cama. En otra cama.
En un café frente a un cementerio.
A las 3 de la mañana — sí, la madrugada es un lugar—.
En el celular.
En la Costa Atlántica.
En un Uber.
Después de un año de publicaciones semanales –casi– infalibles, este newsletter ya tiene 1.250 suscriptores —wow—. Hace un año esto me parecía imposible. No tengo reflexiones profundas ni consejos, solo pienso en lo importante que es empezar. Gracias por leer y pronto te cuento algunas novedades para el 2025 (suspenso).
*
Es jueves, en dos días empieza el verano, este año fue el año más extraño de toda mi vida y llevo en mi sangre el veneno de 13 hormigas furiosas.
Por eso, hoy dejo hasta acá y te comparto algunas cosas que creo que valen la pena, ojalá te gusten:
Esta canción – Puente– de Gustavo Cerati.
Esta otra de Gatitas Veganas, “A Mano”, que es 💔
Este artículo que escribió Julianna y me pareció genial: single girl syndrome (es en inglés).
Este poema de Tamara Grosso (podés seguirla en IG, es maravillosa), publicado en La Herida Fundamental por Santos Locos Poesía:
Grito de guerra
Agradezco la intuición de los perros
que distinguen
a los amigos de los enemigos
y nos defienden
cuando hace falta.
Agradezco la intuición de los gatos
que saben medir la distancia exacta
entre la dependencia y el afecto.
Agradezco la intuición de los patos y de todos
los que saben cuándo
tirarse al agua.
La de las ballenas que persisten y persisten y persisten
desde tiempos prehistóricos
en su esencia original.
Agradezco la intuición de mis células,
si es que tienen,
si es que es eso lo que me mantiene viva.
Y la mía.
Que me trajo acá
y me llevará lejos
cuando haga falta.
Hasta el próximo jueves 🔥
ame ♥️
Puf que hermoso leerte❤️ . Siempre del lado de la intuición de los perritos ✨