El sábado requirió un trabajo de orfebre, al menos en lo que al ánimo respecta. Llovió mucho, hizo frío, fue un día plomizo. Tuvimos que sacar todas las herramientas, hacer sonar la sirena e invocar a los mortífagos tocando la marca tenebrosa en el brazo.
A la mañana fui a tomar un café con P. –o dos, o tres– a una cafetería desierta. Cuando le preguntamos al mozo, extrañados, por qué éramos los únicos, se limitó a alzar la vista en dirección al ventanal y decir: la gente hoy no sale.
Era un sábado irrecuperable.
En un acto heroico o absurdo, decidimos ir a un vivero a hacer mil preguntas sobre una planta que me obsesiona. Por su presencia en mi infancia, y también después. Por su perfume y esa forma de transformar una pared en algo más interesante. Quería saber todo sobre el jazmín de leche.
No sé nada de plantas, pero me gustaría. Así que hice preguntas vergonzosas a las que el chico del vivero contestó con paciencia. Me sorprendió cuánto sabía. Pensé: qué lindo saber tanto, hablar el idioma de las plantas. Poder ver lo que necesitan y dárselos. Crearles las condiciones justas. Interpretar sus señales. Saber hacerles bien. A las plantas, claro.
Aprendí también sobre el mundo de las macetas pero temo que dejes de leer ahora mismo –y con razón– si me sumerjo en esta categoría tan despojada de carisma.
Así que por la lluvia, el día gris, las plantas o la vida; casi abandono mi plan del taller de poesía de los sábados. Dije no, no voy. Pero P. dijo sí, sí vas. Así que fui. Crucé esa calle desierta con un café gigante e intomable en la mano, el paraguas chorreando y muchas ganas de evadir el invierno anímico. Entré a la librería con el alma por el piso.
El lugar es chico, no cabemos bien. No hay café ni té, ni algo para tomar. Nada indicaría que somos bienvenidos. No podemos sentarnos en círculo y para movernos tenemos que pedir permiso y pasar entre sillas golpeando algunos hombros.
Pero apenas saludo, elijo un lugar y me siento, lo entiendo: mi cuerpo me lo dice. Me gusta estar en una librería, cualquier librería. Me siento a gusto rodeada de libros, es mi territorio.
No importa para qué estoy ahí, o si la silla es dura o el lugar pequeño, estoy tranquila y levemente entusiasmada. No es el único lugar en donde me siento así, también me pasa en las papelerías: lapiceras de colores, post-its, cuadernos, cuadernitos, sellos, tijeras. Esto último es herencia de mi abuela.
Así que descubrí, en un sábado desolador, que me siento tranquila y contenta cuando estoy rodeada de libros. Y me pareció importante anotarlo en la libreta invisible que todos llevamos:
En caso de emergencia ir a una librería.
En caso de emergencia tomar un té de manzanilla en una taza que pueda agarrar con las dos manos y soplar para sentir el calor en la cara.
En caso de emergencia acariciar a un perro.
Son mapas. Para salir de los lugares oscuros que el invierno hace tan accesibles. Versiones más amables de un matafuegos.
A veces soy una persona que sabe a dónde quiere estar. Ese lugar, a menudo, ya no existe, otras sí.
Un banco de plaza al que le da el sol directo. Puedo.
Un sillón mullido al lado de una ventana. Puedo.
La casa de mis abuelos con olor a tostadas. No puedo.
El café de la esquina del barrio donde crecí. Puedo.
Un abrazo específico. No puedo.
Mis lugares son muchos, casi siempre accesibles. Tengo suerte.
Y cuando no la tengo y no puedo llegar, entonces escribo.
*
Encontré este fragmento de Leila Guerriero dando vueltas por internet y tuve ganas de compartirlo a modo de recordatorio e invitación:
“De eso se trata todo esto: de vivir a ciegas. (...) El tiempo no regresa. Lo único que se puede hacer es no pasar de largo: estar ahí para la pasión tardía, para el que llega postreramente herido. Decir ‘Ojalá te hubiera visto antes, te hubiera querido antes. No te vi ni te quise, pero ahora no me voy’. A veces, después, llega el azote de dios, el sufrimiento. Pero en el instante previo a perderlo todo se puede, todavía, entrar en el soleado espectáculo del amor. Aunque sea por un rato”
Hasta el próximo jueves 🔥
Que lindo leerte como siempre...los mapas, que puedo y que no puedo genial.Acercarse al mundo de las plantas es muuy recomendable
😍😍😍