Este mail debería haberte llegado ayer, jueves, pero sucedió la vida y no quise dejar de escribirte por un tropezón.
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Esta semana fue el cumpleaños de Belu y traté de acordarme de cómo fue que nos hicimos amigas pero no lo logré. La memoria selecciona con un criterio misterioso.
Sé por qué la conocí, pero no tengo recuerdos de cómo fue el proceso de coincidir y volvernos cercanas. Me encantaría poder ver la historia de nuestras amistad como si fuera una película o tener buena memoria para reírme de cómo éramos cuando todavía no éramos nosotras.
Pienso en que me gustaría poder ver esos principios con muchas de las personas que hoy tanto quiero, ¿cómo empezamos? ¿qué pensamos el uno del otro apenas nos conocimos? ¿Cómo nos hablábamos antes de construir un lenguaje común?
Supongo que jamás lo recordaré.
Desde la última vez que te escribí, el jueves pasado, pasaron varias cosas: saqué un pasaje, terminé de editar el libro de mi amiga M. que vamos a presentar pronto en Madrid, pasé una tarde con mi hermano T., comí torta, reí otra vez en el taller de escritura de los miércoles, reconocí que hay algo que empieza a sanarse. Todas cuestiones importantes, mayo nunca decepciona.
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Adriana, mi profesora de literatura de la secundaria y, años más tarde, con quien hice taller de escritura los sábados a la mañana cerca de Plaza Miserere, decía que yo tenía una obsesión con el transporte público porque siempre lo incluía en mis textos. Tenía razón.
Algo del abandono que supone subirse a un vehículo que maneja un desconocido - casi siempre a toda velocidad - siempre me llamó la atención. Un viaje en colectivo equivale a entregarse a la tarea de contemplar pasajeros, mirar por la ventana, revisar Instagram, leer un libro, dormir o escuchar música (siempre y cuando no sea hora pico), casi el equivalente a cualquier tarde de domingo.
Es como un recreo obligado, un momento en el que la productividad se suspende por un rato y la reflexión está habilitada como ejercicio principal; en donde las cuestiones fundamentales consisten en conseguir un buen asiento, abrir un poco la ventana para que el viento te de en la cara o pagarle el viaje a alguien que lo necesita. No hay más.
Inevitablemente, siempre están quienes rompen el hechizo. Contestan mails desde el celular violando las leyes sagradas del transporte público como meca del dolce far niente, el recreo de los adultos cansados y arrojados a la exigencia de producir sin parar, ese paréntesis en donde cedemos el control y simplemente esperamos - ojalá - llegar a tiempo a donde sea que estemos yendo.
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Escribirte cada jueves es de mis cosas preferidas. Como todo lo que uno ama, me genera también miedo pensar en que voy a fallar: no tener nada para contarte, o decir algo que te parezca tonto. Probablemente ya lo haya hecho y sigas acá - te lo agradezco-, y eso me da tranquilidad. Me gusta este ritual que construimos y, espero, podamos sostenerlo por algún tiempo más.
Aunque me encante escribir Un Fuego, te confieso también que a veces extraño escribir bajo el escudo de un seudónimo, como lo hacía antes para la revista.
Siempre respetaba mis iniciales - creo que sería una pésima espía - y me parecía un juego arriesgado el de usar un nombre distinto preservando algo del original.
Lo tengo claro: todo lo que tenga que ver con ser, por un rato, otra persona me resulta estimulante.
Si fuiste adolescente en los 2000’ y creciste en Buenos Aires, casi seguro hayas sido, como yo, el orgulloso dueño de una mochila negra pintada con Liquid Paper.
El contenido de esas pintadas eran frases de canciones cuidadosamente seleccionadas para representar, de la forma más certera posible, nuestra desdibujada identidad adolescente. Marcar la mochila era cosa seria. Una de las frases que escribí en un acto solemne durante el recreo de las 11, citaba a Javier Calamaro: “Quiere vivir una vida diferente cada día”.
Escribir con seudónimo es permitirme ser varias personas. Es, también, un pequeño acto de cobardía, esconderme atrás de un alter ego que me deja ser más osada, más explícita, menos circunspecta - ¿quién se enciende leyendo algo escrito como si se caminara en puntas de pie? -. No puedo evitar preguntarme ¿Sería lo mismo este newsletter si no llevara mi nombre?
Sin embargo, en este tiempo, descubrí que ponerle tu nombre a algo es un acto poderoso que transforma todo el proceso y genera olas que llegan hasta costas que ni siquiera conocía.
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Hace frío con sol en Buenos Aires y esta combinación es pasión de multitudes. Abrigarse es una materia que debería enseñarse en los colegios: no se trata de acumular capas sin ningún criterio, sino de combinar las cualidades de cada material para lograr el equilibrio perfecto, ese que nos abriga sin ahogarnos. En el abrigo, como en la vida.
El otro día me junté a tomar un café con H. y me fui pensando en que hablo demasiado y pregunto poco. Anoté en el bloc de notas de mi celular - ahí donde viven las listas de cosas a mejorar - que la próxima “preguntar más y hablar menos”. El equilibrio, otra vez.
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El árbol que invade mi balcón ya está deshojado por completo. Volvimos a tener cielos azules y eso ayuda a que estos días helados tengan un matiz un poco más amable.
Pienso en cuánto importa compartir lo que hacemos y en las consecuencias que, por suerte, nunca podemos prever del todo. Las coincidencias y los conocidos de conocidos que nos traen información nueva, las amistades antiguas que conservan una parte nuestra a la que volvemos de vez en cuando, las conexiones que tienen un ingrediente de vértigo porque ¿cuáles eran las chances? Pocas, pero sucedió. Y entonces acá estamos, haciendo eso que nos parecía imposible hace tan solo un par de meses.
Hasta el próximo jueves 🔥
PD. Estas últimas 2 semanas se sumaron muchas personas a Un Fuego ❤️ Gracias por compartir, reenviar, likear y, sobre todo, por leerme cada semana - en las buenas y en las no tan buenas.
Bueno, bueno. Tarde 4 días en leerte, pero porque quería esto: sumergirme en tus letras porque SIEMPRE SIEMPRE me despiertan emociones y me dejan lista para pasar al silencio.
Me llevo estos extractos:
"Como todo lo que uno ama, me genera también miedo pensar en que voy a fallar"
"Pienso en cuánto importa compartir lo que hacemos y en las consecuencias que, por suerte, nunca podemos prever del todo."
Me inspiraste. Ojala pronto me anime a compartir.
Felicitaciones por tu magia en forma de letras. Amo los jueves.
Hola! Estás en bs as? Estoy interesada en arrancar un taller de escritura, podrías enviarme info? Sigo tus escritos hace un tiempo, te felicito me gustan mucho!